Los Olmos siempre tuvo muy buena fama para mis padres, pero desde que llegué a tercero, empecé a quitársela en picado.
Todo comenzó, como ya os he dicho, en tercero, cuando un profesor, enorme en todos los sentidos, con un impresionante bigote negro, una barba y unas gafas que le hacían más tremendo todavía, llamado por ejemplo, don Ceferino, nos empezó a dar clases de matemáticas, peor aún, pero no todo termina aquí, si no que escuché que era cantante de ópera, y todos pudimos comprobarlo el primer día de clase (hoy en día, las voces de D. Ceferino todavía se escuchan):
-¡Pablo! ya es el primer día de clase y te he pillado dos travesuras, ahora verás - dijo con una voz ronca pero detestablemente firme, a la vez que su gigantesco cuerpo se levantaba del sillón.
Paso a paso, la distancia entre Pablo y D. Ceferino se hacía más corta, y más, y más, hasta que finalmente, alzó su brazo y le agarró de la oreja, haciendo como si fuera una correa de perro, retorciéndola y producíendo una mueca de dolor en la cara de Pablo (el de la otra novela).
- Y la próxima vez te lo piensas dos veces antes de hacer algo -
(Vale, he exajerado un poco con el profesor)
CONTINUARA... YA LO CREO, NO LO VOY HA DEJAR EN EL MOMENTO MAS IMPORTANTE.
domingo, 27 de mayo de 2007
jueves, 24 de mayo de 2007
En Madrid
A partir de ahora, os voy a relatar mi historia en Madrid. De Albacete salí con seis años, y en la actualidad tengo cuatro hermanos, y yo soy claramente el mayor, pero como no viene a cuento os diré que estudio en el colegio Los Olmos, y desde ahora, creo que mis historias serán mucho mejores, largas y entretenidas. Disfrutad.
martes, 15 de mayo de 2007
La huerta de los Castro.
Los Castro, los adultos, eran los mejores amigos de mis padres por ese lugar, entre otros.
Su huerta es la más grande de las que he conocido, con piscina, unos cuantos de parques, infinitos caminos, casa gigantesca, un perro enorme llamado Gastón, etc... . Como ya podéis imaginar, me encantaba ir a su huerta.
Solíamos ir todos los fines de semana, con mis hermanos Pablo y Álvaro, que nacieron más tarde, y directamente nos cambiábamos para ir a la piscina, y una vez allí, con todos nuestros amigos, nos tirábamos por un trampolín que desde abajo parecía insignificante, pero desde encima parecía la cima del mismísimo Ereverest.
Luego, aunque no muy a menudo, jugábamos con Gastón, intentando marearle, pero creo que el nos mareaba a nosotros, y en el mismo lugar, hechábamos un partido de fútbol con los padres.
Las comidas siempre fueron memorables, con aperitivos y banquetes para comer. Por la tarde al volver, terminábamos agotados y nos acostábamos por las noches con un sueño "muchimmo grande", como se dice en Albacete
Su huerta es la más grande de las que he conocido, con piscina, unos cuantos de parques, infinitos caminos, casa gigantesca, un perro enorme llamado Gastón, etc... . Como ya podéis imaginar, me encantaba ir a su huerta.
Solíamos ir todos los fines de semana, con mis hermanos Pablo y Álvaro, que nacieron más tarde, y directamente nos cambiábamos para ir a la piscina, y una vez allí, con todos nuestros amigos, nos tirábamos por un trampolín que desde abajo parecía insignificante, pero desde encima parecía la cima del mismísimo Ereverest.
Luego, aunque no muy a menudo, jugábamos con Gastón, intentando marearle, pero creo que el nos mareaba a nosotros, y en el mismo lugar, hechábamos un partido de fútbol con los padres.
Las comidas siempre fueron memorables, con aperitivos y banquetes para comer. Por la tarde al volver, terminábamos agotados y nos acostábamos por las noches con un sueño "muchimmo grande", como se dice en Albacete
martes, 8 de mayo de 2007
La paciencia y soportar el aplastante aburrimiento siempre fueron mis mejores características, pero esta profesora me las estaba arrastrando. Ya me había mandado más de tres dibujos seguidos, pero ella nada, a mandar dibujar el dibujito de los reyes magos, en fin, al cabo de media hora me mandó salir de clase con cara de agotamiento y salí al recreo.
Ya casi era la hora de irse a casa, pero como de costumbre, llegó ella.
-¡Miguel! ven para que te dé el bocata-
Ella era dolores, sí, como ya os conté mi cuidadora.
-Muchas gracias Dolores- respondí con una sonrisa ya manchada de nocilla.
Al poco tiempo nos dirigimos a mi casa para dejar la mochila de las tortugas ninja, donde estaba mi madre:
-Buenas tardes Miguelón ¿Te has portado bien?- me miró con cara de saberlo todo.
-Verás, es que...-
-Ya, venga, que este sábado tienes que ir a la huerta de los castro y como te portes mal no te dejaré ir- y me miró con otra cara de saber como controlarlo.
Ya casi era la hora de irse a casa, pero como de costumbre, llegó ella.
-¡Miguel! ven para que te dé el bocata-
Ella era dolores, sí, como ya os conté mi cuidadora.
-Muchas gracias Dolores- respondí con una sonrisa ya manchada de nocilla.
Al poco tiempo nos dirigimos a mi casa para dejar la mochila de las tortugas ninja, donde estaba mi madre:
-Buenas tardes Miguelón ¿Te has portado bien?- me miró con cara de saberlo todo.
-Verás, es que...-
-Ya, venga, que este sábado tienes que ir a la huerta de los castro y como te portes mal no te dejaré ir- y me miró con otra cara de saber como controlarlo.
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